Prácticas en estudios culturales latinoamericanos

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Ana Del Sarto
The Ohio State University

La práctica de los estudios culturales hoy en día permanece tan cuestionada como el adjetivo que utilizamos para modificarlos, latinoamericanos. Mucho se ha especulado, dicho y escrito, tanto sobre los estudios culturales como sobre los diversos y contradictorios latinoamericanismos. Como se ha dicho antes respecto a otras áreas, los estudios culturales siempre están en crisis. Afortunadamente. En tal sentido, el propósito de alter/nativas es ofrecer un espacio de divulgación, de reflexión, de debate. Nuestro proyecto no pretende, ni puede ser unívoco, homogéneo, ni excluyente; aunque reconocemos las limitaciones y también los beneficios de estar localizados en la academia estadounidense, nuestra práctica investigativa y nuestra reflexión crítica siempre ha estado articulada a los procesos sociales en América Latina. Por ello, no procuramos borrar diferencias, ni estipular espacios de verdad, dogmas ético-políticos, ni idearios o programas doctrinarios. Lo que sí queremos es crear un espacio a través del cual se vehiculicen diálogos e intercambios de ideas y conocimientos, de prácticas investigativas, líneas crítico-teóricas y metodológicas, y reflexiones sobre lo cultural en América Latina, con el objetivo de contrarrestar los efectos devastadores de la mercantilización de las culturas. Nuestro desafío, por tanto, es buscar alternativas a la lógica del mercado que siempre logra filtrarse en espacios institucionalizados. Es precisamente lo cultural, ese espacio viscoso y contaminante, por lo pegajoso, amorfo y denso, que necesita ser examinado e interrogado permanentemente. No obstante, y a pesar de los interminables cruces, desvíos e interconexiones, nuestro proyecto está delimitado por lo latinoamericano –independientemente de las distintas concepciones que tengamos de ello-, lo cual nos permite realzar el espacio geo-cultural desde y sobre el cual se interrogue, se reflexione y se intervenga en la práctica misma de los estudios culturales.

¿Cómo se practican los estudios culturales latinoamericanos? Sabemos que es imposible dar cuenta de todos los esfuerzos que se están produciendo desde América Latina y otras partes del mundo. Algunas de las preguntas sobre las que reflexionan los ensayos aquí incluidos refieren a: ¿Cuáles son las problemáticas acuciantes en cada uno de esos sitios en el momento actual? ¿Qué agendas investigativas tienen algunos programas de posgrados institucionalizados? ¿Cómo practican los estudios culturales algunos intelectuales académicos que no necesariamente pertenecen a un programa institucionalizado? ¿Cómo se realizan investigaciones inter, multi y transdisciplinarias que dialoguen con otras prácticas que no necesariamente se encuentren en la misma red? ¿Cómo se articulan la labor intelectual, la práctica crítico-investigativa y las urgencias de la militancia en nuestro campo de estudio a comienzos del tercer milenio? Sin alegar ningún tipo de representatividad, los ensayos que publicamos en este número dan cuenta de una amplia variedad de problemáticas y otro tanto tipo de abordajes que si bien nos informan sobre el estado específico del campo, demarcando algunos límites y apuntando riesgos, a la vez realzan la importancia de la contextualización local, es decir, la necesidad de estar imbuidos en y referir a la materialidad social a la cual se articulan.

A nuestra labor editorial, entonces, le interesa construir puentes entre los diversos sitios en los que no sólo se produce pensamiento crítico, pensamiento y crítica, sino también desde los que surgen iniciativas de diálogo, debate y, por qué no, polémicas sobre problemáticas que relacionan las sociedades de América Latina con el mundo actual. En América Latina, aun cuando el cuestionamiento sobre los estudios culturales latinoamericanos –sobre todo aquellos practicados desde los Estados Unidos– sigue existiendo, la institucionalización de programas de posgrados fue una de las maneras de enfrentar la crisis epistémica e institucional que afecta tanto a las Ciencias Sociales como a las Humanidades, y de continuar dinamizando una práctica crítica que sea capaz de intervenir políticamente sobre los procesos sociales.

Por ello, nuestra revista no está comprometida con ninguna línea específica de estudios culturales latinoamericanos. Queremos, o mejor, querríamos permanecer en contacto con todas ellas y dejar que se vaya organizando el diálogo/debate a partir de las conversaciones que surjan de la lectura mutua de las contribuciones que se vayan haciendo. Meses antes de su muerte, Hernán Vidal, a quien tuvimos el honor de publicar en formato digital uno de sus últimos libros, me contactó para “conversar un poquito sobre los estudios culturales latinoamericanos y el lugar que ocupan en ellos la línea crítica sobre los derechos humanos”. Recuerdo que sus amables preguntas en un tono pausado, insistían en marcar un derrotero que según él se nos había olvidado de incluir en el primer número. No sabía que se estaba muriendo, pero sí intuí que tenía urgencia por dejar claro un itinerario de lucha, una fuerza crítica, una posición ética. Es verdad, en el primer número no hubo contribuciones que reflexionaran sobre los derechos humanos, como quería Hernán. Convenimos proyectos futuros, a los cuales él personalmente nunca esquivó; editaría un número sobre los estudios culturales y los derechos humanos. Lamento profundamente que el tiempo nos haya jugado en contra. El lo sabía, yo no puedo dejar de sentirlo y de decirlo.

A continuación, introduciré brevemente los ensayos que conforman este número. Con ellos no pretendemos demarcar los itinerarios de la crítica, ni promover modelos de prácticas, sino dar muestras de ensayos crítico-teóricos sobre temas, prácticas o problemáticas variadas y balances de agendas teórico-prácticas de programas sobre estudios culturales.

De la violencia: precarización social, banalidad de la muerte y basurización simbólica
Es imposible de concebir una violencia más artera ni su contracara, la desvalorización de la vida humana, que la que impera hoy en día en México. Sin embargo y lamentablemente, no es nueva. En ciertas ciudades fronterizas entre México y Estados Unidos, esto viene sucediendo desde mediados de los años 80: la precarización de la vida se trasmuta en banalización de la muerte de vidas superfluas. Ambos aspectos conforman perspectivas complementarias para interpretar los fenómenos cotidianos de violencia extrema a los que están expuestos los habitantes al sur del Río Bravo del Norte. El Colegio de la Frontera Norte, donde existe un Departamento en Estudios culturales, fundado e institucionalizado muy tempranamente, en 1982, por el mismo José Manuel Valenzuela Arce, (http://www.colef.mx/departamentos-academicos/estudios-culturales; http://www.colef.mx/posgrado/?page_id=28), ha publicado los resultados de importantes investigaciones que reflexionan sobre estas problemáticas que acechan a contextos fronterizos, específicamente a Ciudad Juárez. Entre ellos, se encuentran Trama de una injusticia. Feminicidio serial en Ciudad Juárez (2009) escrito por Julia Estela Monárrez Fragoso y Sed de mal. Feminicidios, jóvenes y exclusión social (2012) del mismo José Manuel Valenzuela Arce.

El ensayo con el que comienza nuestro tercer número, escrito por Valenzuela Arce, consiste de dos fragmentos que provienen de este último libro y reflexionan sobre cómo aquel querido Juaritos, “escaparate transfronterizo” o como le entonara Juan Gabriel, “la frontera más bonita de México”, “emblema de prosperidad y paradigma de globalización flexible”, se ha transformado en esta “ciudad de piel áspera”, violenta y devastada, de impunidad institucional pero con una memoria viva de la violencia extrema que ha dejado centenares de feminicidios y narcofosas. “Ciudad yonke, …ciudad enriquecida… ciudad precarizada que subsidia el inmoral enriquecimiento de empresas transnacionales y una clase político-empresarial rapaz, indolente”. En una “avalancha de imágenes” concatenadas, Valenzuela Arce reconstruye el mensaje que protesta contra la impunidad, puesto en circulación por el coro de voces agraviadas en respuesta a los feminicidios irresueltos. A partir del análisis de siete textos fílmicos (documentales y largometrajes) que han tenido una amplia distribución –Señorita extraviada (2001); Bajo Juárez: La ciudad devorando a sus hijos (2006); La batalla de las cruces (2006); Bordertown (2006); Traspatio/Backyard (2009); Espejo retrovisor (2001) y La virgen de Juárez (2006)–, el autor refuerza una vez más el pedido de justicia.

En “Ciudad Juárez. Sobrevivir”, Julia Monárrez Fragoso denuncia al Estado cómplice que niega su responsabilidad al no proteger a sus propios habitantes por considerar que sus vidas son simple y llanamente, superfluas. Vidas intrascendentes, así son concibidas las vidas perdidas por feminicidios y homicidios masculinos, lo cual permite banalizar aún mucho más esas muertes. Este proceso de deshumanización de las mujeres comienza a principios de la década de los noventa, en 1993 específicamente, con diversos incrementos sustanciales en las expresiones de violencia, especialmente del 2006 al 2011, cuando el presidente Felipe Calderón declara la guerra al narco. Monárrez utiliza los conceptos de la biopolítica foucaultiana de “hacer vivir” y “dejar morir” para explicar el poder soberano del estado al tomar decisiones con respecto a su propia población. Los programas de industrialización de la frontera (PIF) en 1960 sólo aceleraron y profundizaron “la apertura de la ciudad y la entrega de mano de obra barata al capital transnacional con el llamado proyecto maquilador” (4).1 En otro proceso de desarrollo paralelo, aunque posterior en el tiempo, surge “un macizo corredor de las drogas hacia Estados Unidos, que se convirtió en un corredor de la muerte a mediados de 1980” (4). El Estado mexicano nunca tuvo como objetivo “la vida digna”. Al contrario, dice Monárrez, “lo dramático del remplazo de estas vidas es que se hace a través de la muerte, y es … el poder quien hace esos ‘cortes’ en las vidas de las mujeres y de los hombres” (5). ¿Cómo decide quién vivirá y quién no? ¿Cómo pone en funcionamiento técnicas disciplinarias y regulatorias? Si bien la violencia afecta por igual a hombres y mujeres y la procuración de justicia es casi inexistente en ambos casos, cuando se trató de feminicidios, siempre surgieron discursos que definieron “a las víctimas como mujeres que llevaban una ‘doble vida’”. En Ciudad Juárez, según Monárrez, la violencia continúa, “la forma de ser asesinado o asesinada persiste y al mismo tiempo se transforma. Lo que no ha cambiado por parte del Estado es la construcción de significados de lo que es la vida o lo que es la muerte, del hacer vivir y del dejar morir, y junto con estos actos la disciplina y la regulación de la población” (15-16).

En “Maternidad y basurización simbólica. (El testimonio de Giorgina Gamboa)”, fragmento de su libro El factor asco: Basurización simbólica y discursos autoritarios en el Perú contemporáneo (2007), Rocío Silva Santisteban analiza el proceso de basurización simbólica, “una lógica residual que deshumaniza el cuerpo del sujeto”. Giorgina o Georgina Gamboa experimentó esta basurización simbólica al ser violada por siete militares, encarcelada por terrorista y obligada a ser madre de una hija a la que, en sus comienzos, rechazaba afectivamente. Silva Santisteban argumenta que “el cuerpo femenino es basurizado…porque se le concibe como espacio donde se puede ejercer la degradación y el sometimiento. Este proceso de ‘basurización’ permite ejercer el poder de convencer a la propia víctima de una cierta culpabilidad ante su propia situación, en otras palabras, a través de la basurización el discurso del violador y del torturador logra, en una trampa perversa, cobrar un efecto de verdad en la conciencia de la víctima” (14). En Perú, a distintos niveles y en diversas instancias institucionales –la cárcel, su abogado defensor y la legislación nacional, el hospital– varios discursos autoritarios se fueron interponiendo para hacer prevalecer precisamente lo que la subjetividad de Giorgiona Gamboa no deseaba: “una relación de no pertenencia con su propio cuerpo” (17), el hecho de tener que ser madre de una hija de padre desconocido. Sin embargo, al tener la posibilidad de dar testimonio ante la Comisión de Verdad y Reconciliación, Gamboa utiliza la institución de la maternidad que le fue impuesta para revertir su proceso de basurización simbólica, transmutándola en una estrategia de “empoderamiento” de su propia posición subjetiva. Ahora pide justicia: no olvidar lo sucedido. Ahora demanda que se reconozca la violencia múltiple a la que varias mujeres de la comunidad fueron sometidas. Ahora pide reparación del trauma: reconocimiento de los maltratos, el dolor y el sufrimiento padecidos. Ahora no solo quiere que le pidan perdón; sino que “exige, increpa, denuncia, acusa” (21) a las instituciones y las estructuras de poder peruanas. Ahora quiere que se reconozca la complicidad social y que se deconstruya la lógica del tutelaje para que todas las hijas e hijos nacidos en circunstancias de violación tengan la posibilidad de ser reconocidos simbólicamente, ya no como víctimas sino como seres humanos con “un rol activo con agencia propia” (24).

Deshumanización: modernidad capitalista y colonialidad
La deshumanización, experiencia perversamente cotidiana y tan profundamente arraigada en nuestra época, que permea tanto la vida como la muerte en América Latina, es el eje central a partir del cual Catherine Walsh plantea la necesidad de dialogar de otra manera sobre nuestra situación acuciante. Aun cuando Walsh reconoce la importancia de otros debates sobre y en los estudios culturales latinoamericanos, hoy en día, afirma, deberíamos comenzar a conversar sobre la condición actual de “las humanidades y los estudios culturales-sociales-humanos latinoamericanos en un mundo cada vez más deshumanizante” (3). Articulando argumentos que provienen de “la lógica civilizatoria, clasificatoria, descalificadora y disciplinante” del “ethos masculino paternalista” de la “izquierda blanca, eurocentrada y posneoliberal” (“marea rosada que ocupa varios de los estados de América del sur”), Walsh cuestiona la construcción cultural de los patrones de poder racializados y generizados basados en una fascinación ciega u “ojos internos” (¿mirada inconsciente? ¿ideología?) que acaban reproduciendo e instrumentalizando una “lógica capitalista empresarial, científica, profesionalizante y deshumanizante” dentro de las universidades. Si bien la “marea rosada” había logrado movilizar sectores subalternos para producir cambios sociales, en la medida en que ocupa gobiernos convierte a los estados en “el principal agente de cambio en las estructuras de  poder, contribuye[ndo] no sólo a la subalternización de los actores cuya insurgencia político-epistémica hizo posible la transformación del proyecto social y constitucional, sino también a su descalificación y eliminación como colectivo pensante humano” (3). Comparto la urgencia de las preguntas que enmarcan su reflexión: “¿qué entendemos hoy por ‘humanidades’ y qué lugar ocupan en las universidades…? ¿Qué hacer ante el posicionamiento de los estudios sociales, culturales y humanos como ‘saberes inútiles’ y cómo podemos indagar a su interior sobre los seres y saberes –y por ende sobre la operación de patrones de poder racializados y generoizados– típicamente ocultados y considerados más inútiles aun para el avance de la modernización estatal, y sus esferas productivas y del mercado? ¿Existe una consideración o preocupación sobre el problema de ‘humanidad’ aun presente: la sobrehumanidad de algunos, la subhumanidad de otros y las prácticas de deshumanización que no solo subordinan a ciertos grupos humanos, sus culturas, conocimientos y visiones de estar en y con el mundo, incluyendo no sólo la naturaleza, sino también aquéllos que apelan por su eliminación? ¿Cómo y por qué pensar con estas visiones, seres y conocimientos y con las condiciones, luchas y contribuciones que revelan? ¿Y de qué manera tal apuesta –de hecho pedagógica-metodológica-investigativa– podría tender puentes, interrumpiendo y transgrediendo fronteras disciplinares y poderíos disciplinantes, hacia humanidad(es) radicalmente distinta(s)?” (4). Paradójicamente, sugiere Walsh, muchos intelectuales y académicos hacen oídos sordos –silencio cómplice o “sonambulismo intelectual”– frente a este debate. Con la esperanza de que alter/nativas contribuya como un espacio más de intercambios en la formulación de posibles respuestas, Cathy Walsh propone que se abra un espacio especial de debate en nuestra revista. Propuesta de la cual nos hacemos eco, como explicamos al final de esta introducción.

“Una lectura materialista de la colonialidad”, escrita por Abril Trigo, propone una posible respuesta para comenzar a desentramar algunos hilos que contribuyen a la deshumanización imperante hoy en día, afirmando que “lo que distingue a la colonialidad que acompaña y complementa a la modernidad occidental es precisamente que se origina en y es regulada por la lógica instrumental y abstracta de la equivalencia general, la expansión permanente y la acumulación capitalista” (1). Las dos partes de este largo ensayo examinan cuidadosamente las limitaciones y las potencialidades en torno del concepto de colonialidad. En la “Primera parte: colonialidad del poder”, se comenta y critica el eje central del concepto acuñado por Aníbal Quijano, el racismo subyacente a la división del trabajo en el mundo moderno-colonial. Trigo afirma que al enfatizar “los dispositivos cognitivos de dominación simbólica, la teoría [de Quijano] prioriza la crítica de lo discursivo sobre el estudio de la materialidad histórico-social”. Revisitando textos tempranos de Quijano –textos de los años 60, entre los cuales se halla una interesante polémica con José María Arguedas– , Trigo va desentramando los fundamentos materiales de la colonialidad aún antes de que Quijano acuñara el concepto de colonialidad del poder. La falla principal, afirma, de que “adolece la concepción de colonialidad de poder…reside en no otorgar al capitalismo –como sistema, como lógica, como episteme, a la vez material y simbólica…– el lugar central que tiene en el montaje de una nueva civilización” (9). En la “Segunda parte: para una crítica materialista de la colonialidad”, se sondean “nódulos conceptuales” en textos bolivianos de Silvia Rivera Cusicanqui, Luis Tapia y Alvaro García Linera, para articular “una distinta manera de pensar la colonialidad y que tienen en común el construir una narrativa que va de abajo hacia arriba, de lo local a lo universal, de la experiencia cotidiana al armado de las instituciones, del acontecimiento social a los procesos históricos de los cuales emana la Bolivia actual” (27).

Discursos intelectuales-académicos: programas de posgrados en América Latina
Los ensayos escritos por Patricia Fumero y Maria Elisa Cevasco analizan prácticas intelectuales e investigativas, tanto individuales como colectivas, enmarcadas en redes profesionales, instituciones académicas y revistas, en relación con formaciones sociales específicas, el istmo centroamericano y Brasil respectivamente. José Jorge de Carvalho y Sandra Valdettaro reflexionan específicamente sobre la fundamentación teórica, las agendas investigativas y las prácticas críticas relacionadas con la creación de programas de posgrados en Estudios Culturales en Argentina, en Santiago del Estero y Rosario. En “Intelectuales y trabajos transdisciplinarios en Centroamérica”, Patricia Fumero analiza los diversos itinerarios que han recorrido los estudios culturales en el istmo centroamericano y algunas islas del Caribe, específicamente en Puerto Rico. Si bien la transdiciplinariedad y la intervención intelectual en la vida pública tienen una amplia tradición como en las otras regiones de América Latina, todavía “no se han establecido de manera precisa aún las genealogías del andamiaje teórico-metodológico utilizado en las ciencias sociales y las artes. Por eso se habla del influjo de cierta intelectualidad” y de sus prácticas (2). A pesar de ello, Fumero reconoce la existencia de iniciativas líderes en Costa Rica, como el Doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura (DESC), que desde su inicio en 2000 incorporó “propuestas teóricas de los estudios culturales, poscoloniales y subalternos” (6), y el  Instituto de Investigaciones en Arte (IIAERTE), recientemente creado en el 2013. También analiza otros esfuerzos surgidos en redes de investigación que permiten realizar proyectos y programas regionales, ya sea a través de CLACSO, la “Red Latinoamericana de Posgrados en Estudios sobre lo Cultural” (REPALA, 2013), el Congreso Centroamericano de Historia (CCH) y los Congresos Centroamericanos de Estudios Culturales (CCCE). Finalmente enfatiza los logros obtenidos por todas estas iniciativas mancomunadas y realza la importancia de revistas que publican sus resultados, como ISTMO. Revista virtual de Estudios literarios y culturales centroamericanos y Escena, revista de las artes, así como del “boletín pionero de la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica (AFEHC)” (13).

En Brasil, de acuerdo a Maria Elisa Cevasco, el establecimiento de la práctica en/de los estudios culturales se inicia en 1998. Esto sucede cuando ABRALIC (Asociación Brasileira de Literatura comparada) realiza un congreso con el título “¿Literatura comparada = Estudios culturales?” (1). A partir de este momento, se promueven lecturas de textos que articulan diferentes discursos a las configuraciones conflictivas de lo social, desde abordajes multidisciplinarios y diversificados que van dando cuenta de esta nueva disciplina. De acuerdo a Cevasco, “lo que diferencia a los estudios culturales es su proyecto político, su claro impulso de hacer articulaciones con la realidad social y la diferencia en la práctica cultural” (2); por ello nos confirma que en Brasil, “los estudios culturales son una nueva forma de hacer crítica”, crítica cultural. Luego de rastrear genealógicamente sus inicios en el “radicalismo modesto” de Antonio Cándido y de Paulo Emilio Salles Gomes, a quienes compara con Raymond Williams, E.P. Thompson y Richard Hoggart por lo que estos últimos habían realizado teóricamente desde el movimiento de la Nueva Izquierda británica, Cevasco examina la crítica cultural de Roberto Schwarz, estudiante en la Universidade de São Paulo durante los años 60, como una práctica específica de los estudios culturales brasileños, ya que incorpora las peculiaridades del Brasil a la historia del capitalismo en su dinámica internacional. Esto lo lleva a cabo desde una vertiente del materialismo cultural también convergente con aquella practicada por Raymond Williams en Gran Bretaña.

El ensayo escrito por José Jorge de Carvalho articula específicamente los fundamentos teóricos que propone para el posgrado en Estudios Culturales de la Escuela para la Innovación Educativa de la Universidad de Santiago del Estero (UNSE), Argentina, en 2007, durante su conferencia magistral de apertura. Según de Carvalho, este posgrado debería ejercitar varios descentramientos consecutivos: “desplazar el eje del centro a la provincia” (11), reconstruyendo así “un proyecto académico en el sur no-hegemónico” (12) a partir de prácticas de descolonización que confronten un doble frente: occidente y la cultura hegemónica global, por un lado, y la capital, Buenos Aires, el centro hegemónico en Argentina. Si bien afirma que es necesario “desconstruir también el propio modelo subalterno de déficit y carencia” (12), el poder “retomar la conexión con el contexto cultural y social de la Región Norte Grande, Argentina, o intensificar(la)” (13), proveerá de “dignidad y legitimidad a una vasta gama de circuitos simbólicos surgidos en el interior” de las provincias, sin que sean “provincianos” (14). En otras palabras, en este posgrado se “parte de un descentramiento geopolítico: todos sus docentes vienen del Norte Grande Argentino” y evitan la contaminación temática, política y discursiva “del perfil fuertemente eurocéntrico del modelo vigente en la capital del país” (2).

Desde el año 2010, en el Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad Nacional de Rosario se creó una Maestría en Estudios Culturales en concordancia con “una dimensión investigativa, institucionalizada en el Programa de Investigación en Estudios Culturales. En ambos casos, las directoras y coordinadoras son la Dra. Mónica Bernabé y la Dra. Sandra Valdettaro” (http://www.estudiosculturales.unr.edu.ar/) (2). En estas dos instancias específicas, los “Estudios culturales constituyen un desafío”; “una actitud transdisciplinar que interrogue de manera productiva a las Ciencias Sociales y Humanas” (Valdettaro 1); que parta de miradas culturalistas que promuevan presupuestos epistemológicos que no sólo se deslinden “de las genealogías europeas y norteamericanas que definen peculiarmente las configuraciones simbólicas regionales, sino también [que examinen] la producción de diferencias en el propio entramado latinoamericano” (2). Sus primeras “Jornadas de Investigación en Estudios Culturales”, llevadas a cabo en setiembre del 2013, reflexionaron sobre la puesta en práctica de “la cultura… como dimensión polemológica y contingente de producción de diferencias desde escenarios locales y situados que interpelan de una manera radicalmente sugestiva los intentos homogeneizantes de la globalización” (3). El espacio urbano y sus maneras de habitarlo, las producciones culturales locales, las articulaciones entre “cultura de masas, vanguardias y culturas populares”, los “lenguajes contemporáneos”, las “representaciones e imaginarios de la mediaesfera”, la “actitud experimental en términos metodológicos”, “la tonalidad certauniana” y “el carácter ensayístico permea(n) no sólo la escritura sino nuestra propia manera de ‘poner el cuerpo’ en los Estudios Culturales; actitud si se quiere, preeminentemente literaria y estético-política” (3).

Consumos culturales y mediaciones: editoriales, cine y performances
Los últimos cuatro ensayos de esta muestra recorren distintos ámbitos en los que se dirimen significaciones a partir del consumo cultural y de los contactos humanos en el uso público de espacios urbanos. Tanto el trabajo Ezequiel Saferstein y Daniela Szpilbarg como el de Ana Wortman analizan las transformaciones en el consumo cultural en Argentina durante el cambio de siglo. Ambos reconocen que con la globalización, la producción cultural –relacionada con editoriales en el primer caso y con el nuevo cine en el segundo– tiene una incidencia social y política diferente, ya que estos nuevos entramados culturales ensanchan su campo de acción. A partir de fines de siglo XX, los productos culturales –al ser reificados en mercancías– tienen un peso diferente en lo económico. El ensayo de Saferstein y Szpilbarg reflexiona sobre las estrategias de mercadeo vis-a-vis la bibliodiversidad en el espacio editorial de Argentina, a partir de la transformación realizada por la llegada de capitales transnacionales al sector. Si bien estos capitales se concentraron en la industria editorial establecida, las editoriales independientes y alternativas, o “under”, como ellos las denominan, no desaparecieron, sino que se concentraron específicamente en la bibliodiversidad. Por otro lado, a todas estas editoriales se añadieron las digitales que, con los avances tecnológicos ahora de consumo expandido, hacen posible la lectura ya no en el medio papel o el formato libro, sino desde otros medios. Por su parte, Ana Wortman, en su artículo “¿Hay un boom de la producción audiovisual?”, examina la organización de un nuevo entramado de la cultura en el ámbito del cine y la televisión a partir de nuevas prácticas de difusión y consumo en el recientemente institucionalizado espacio audiovisual del Mercosur. Para ello, enfatiza la gestión cultural de diversos actores profesionalizados a través de la institucionalización de los nuevos posgrados en estudios culturales. Wortman reconoce la tensión, quizás paradójica, de la mercantilización cultural con respecto a la autonomía de la esfera estética –“esta presencia de lo cultural por todos lados también ha sido posible por lo que negativamente se da en llamar cultura o sociedad del espectáculo” (5). Sin embargo, ello “no impide que cada vez haya más personas interesadas en ser artistas”.

En “Reciclando imágenes: documentales sobre arte y política en Latinoamérica”, Gabriela Muniz indaga sobre “el nuevo lugar del arte” en una búsqueda por resolver problemas sociales, “generando proyectos prácticos y necesarios que mejoran la vida de la gente” (1). Para ello compara las estrategias estético-políticas en la producción de tres documentales dirigidos por mujeres: Waste Land de Lucy Walker, Contracorriente: Guía de supervivencia para artistas en el Perú de Ann Kaneko y Los próximos pasados de Lorena Muñoz. El documental en América Latina siempre ha sido instrumento de denuncia socio-política; sin embargo, lo que a Muniz le interesa en estos casos es pensar la productividad de lo estético como “recurso político, social y económico”. Aun cuando parte de una interpretación del concepto de cultura como recurso económico elaborada por George Yúdice, trata de buscar espacios heterogéneos que permiten nuevas posibilidades sociales, como, por ejemplo, lograr convocar a sectores populares desde la estética. Por su parte, Gustavo Remedi, en “La puesta en escena de la comunidad: La Plaza Seregni y la ‘Estrategia por la vida y la convivencia’” reflexiona meticulosamente sobre cómo es posible vincular a individuos a partir de los usos en un espacio público –espacio de contacto, de connivencia y de conflicto, en otras palabras, de convivencia– con el potencial de crear comunidad. En efecto, a partir de una idea de convivencia desarrollada en el diseño de la Plaza Seregni, el gobierno del Estado uruguayo propone una “Estrategia por la vida y la convivencia” para combatir los distintos tipos de violencia en el espacio urbano, desafiando directa y específicamente la “pérdida de respeto por la vida humana”. ¿Cómo crear entonces lazos sociales que valoren de otra manera a sus ciudadanos? Para Remedi, la Plaza Seregni, tanto en su concepción y su diseño como en los usos que propicia, “habla por medio de cuerpos-personajes que se hacen presentes’ frente a otros, públicamente (interrumpiendo una identidad y forma de ser interior o en privado), caracterizados por lo que hacen (cómo se muestran, hablan, gesticulan, las actividades que realizan), lo que dicen, lo que otros piensan y dicen de ellos, cómo se relacionan entre sí” (10). La Plaza se convierte así en un espacio performático intersubjetivo “de convocatoria, de protagonismo, de apropiación y de convivencia, apuntalada por vecinos, usuarios y observadores” (27). Sin embargo, es muy cauteloso al concluir su ensayo y anota que “ la plaza/teatro en tanto microcosmos o ‘modelización del mundo’ funciona poéticamente como comedia, pero en una situación general de tragedia que la plaza/teatro busca revertir, siempre y cuando esta no se tome, ingenuamente, por ‘la realidad’, lo que puede dar lugar a una perspectiva idealista, populista y voluntarista y pensar que el problema se resuelve con plazas” (28).

Para finalizar, quisiera agradecer a Andrea Giunta, responsable de la sección cultura visual, como a Dorota Biczel, quien comparte con nosotros su excelente trabajo sobre la artista peruana Teresa Burga. También deseo agradecer a poetas-performeros y críticos, amigos y colaboradores tan cercanos a alter/nativas como el reconocido poeta y crítico John M. Bennett, Luis Bravo (poeta y crítico, organizador de la sección poesía/performance) y Miguel Valerio (poeta, crítico y asistente editor de producción). A todos ellos, muchísimas gracias por los textos y los momentos compartidos. No olvido, por supuesto, las primicias que John M. Bennett comparte con nuestros lectores, entre ellos un manuscrito, El resueño, y la reflexión sobre su poética, “El poeta enmascarado”, ambos inéditos.

Y una vez más quisiera agradecer a nuestros lectores sus visitas, lecturas y difusión. alter/nativas busca proveer un sitio para que voces heterogéneas, no sólo diversas sino también desiguales –en términos de relaciones de poder–, logren comunicarse. Recogemos con entusiasmo la propuesta de Catherine Walsh antes mencionada, y a partir del próximo número alter/nativas contará con una sección especial dedicada al diálogo-debate. Invitamos a nuestros lectores a enviarnos sus comentarios, críticas y reflexiones sobre asuntos y temas tratados por los artículos aquí publicados (los textos no deberán exceder de 3000 palabras). ¡Muchas gracias a todos! ¡Hasta la próxima, un saludo fraterno!

Nota
1 Los números de páginas citados en esta introducción pertenecen a los documentos pdf de los ensayos incluidos en este número.